Ciencia y Literatura
Abraham Aguilar
(Artículo)
La
ciencia es la encargada de simplificar la vida del hombre, de crear inventos
adelantados a la época que no dejan de sorprendernos, tal es el caso de la
impresión 3D de órganos y prótesis, dando una nueva posibilidad de vida a
personas que son incapaces de costear algo tan caro al simplificar los precios.
A veces (o muy a menudo) ocurre el caso de que estas creaciones, adelantos,
inventos, maravillas, vienen de la imaginación de un escritor aún más adelantado
a su época que los inventos actuales.
Ya desde el año 1687 Isaac Newton
postulaba la Teoría de la Gravedad donde expresaba la idea de que la fuerza de
atracción de dos cuerpos depende de la cantidad de masa que cado uno de ellos
contenga, para ejemplificar; si tomamos una balanza y ponemos en cada uno de
los lados un cuerpo cuyo peso sea igual entre ellos la balanza permanece en la
misma posición, ahora, si ponemos en un lado un objeto de 1 kg y del otro lado
un objeto que triplique su peso, la balanza se inclinará a favor del cuerpo
cuyo peso es mayor, atrayendo hacia él al objeto u objetos que estén a su
alrededor.
La Teoría de la Gravedad fue tomada
por el escritor Julio Verne y mezclándola con su imaginación, Verne decidió
hacerse algunas preguntas, ¿cómo puede llegar el hombre a la Luna? y ¿de qué
manera puede el hombre mandar al hombre fuera de su planeta? Ante tales
cuestionamientos que pudo haberse hecho escribió De la Tierra a la Luna (1865), donde la trama gira alrededor de El
Gun Club, un círculo de artilleros que quieren ponerse en contacto con la Luna
y deciden mandar un obús mediante un inmenso cañón. En el texto, Verne aplica
la Ley de la Atracción de Newton a la balística, pero a tamaños muchos mayores,
dándose cuenta de pequeños inconvenientes que sufrían los proyectiles a escala
normal. El obús lanzado tendría que superar “[…] tres fuerzas independientes:
La resistencia del medio, la atracción de la Tierra y la fuerza de impulsión
que lo anima […]”. (Verne, 1865, p.57)
Así
mismo, Bradbury soñaba ya en el año de 1950, en su libro Crónicas Marcianas, con no sólo mandar personas a la Luna, sino a
nuestro planeta vecino Marte, incluso ya se imaginaba formas de vida marcianas,
a nosotros colonizando un planeta y destruyendo el nuestro.
La
imaginación y los postulados de Verne y Bradbury a grandes escalas fueron
solucionados hasta el año de 1957, casi un siglo después de la publicación de
su libro, y por fin, la ciencia pudo mandar un satélite, la U.R.S.S. fue la
encargada de inmortalizar el nombre de Sputnik 1. Pero aún no se conseguía
mandar a un hombre, fue entonces, el 12
de abril 1961, cuando Yuri Gagarin cumplió medio sueño de Verne y “Neil
Armstrong, el 20 de julio a las 10:56 hora de Florida” fue el encargado de
finalizarlo al pisar la Luna.
Podemos
decir que la ciencia es la que impulsa el progreso, la que inspira a los
escritores a escribir ciencia ficción y dejar volar su imaginación y pensar en
cosas que no existen en el tiempo en el cual son escritas. Pero también es
cierto que los escritores, y los escritos de ciencia ficción han ayudado a la
ciencia a progresar al tomar sus ideas que son enteramente basadas en leyes
físicas. Actualmente los avances en el campo de la física corren a pasos
agigantados como el descubrimiento de las ondas gravitacionales, el desarrollo
de inteligencias artificiales, y con ellas los viajes espaciales, y robots
capaces de pensar por ellos mismos, así que las generaciones futuras tendrás la
última palabra en decir si los escritores son los que impulsan la ciencia o la
ciencia es la que inspira a los escritores. Ahora es el turno de cumplir los
sueños de Asimov de la mano con las teorías de Einstein, y esperemos que ni
Orwell ni Huxley tengan razón en su visión del futuro.
Fuentes:
Bradbury,
Ray. 2008(1950). Crónicas Macianas. México D.F. Editorial: BOOKET
Verne,
Julio. 1984. De la Tierra a la Luna. Bogotá Colombia. Editorial: Editorial
Oveja Negra
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